Con Fauna, del director mexicano Nicolás Pereda, es difícil captar propósitos pero al menos se
pueden describir los patrones que trazan una fricción, o más bien una dialéctica, entre lo
interior y lo exterior: Fauna interactúa con otras buenas películas que la invaden desde fuera, y en las
entrañas de una trama, o más bien dos, se esconde otra más. También se diluyen las fronteras
entre la realidad y lo ficticio, hasta el punto en que ignoramos si frente a nosotros hay actores
interpretando a personajes que representan a otros, como en una matrioshka, o si Fauna es
una buena colección de ensayos actorales integrada en forma de narrativa.
Fuente: Alonso Díaz de la Vega |